martes, 25 de agosto de 2015

No eres tú, son ellos.

Te asfixiabas, la poca respiración que aún te quedaba se entrecortaba, sentías que tu alma quería salir de tu cuerpo y eso te dolía; entonces llorabas. Buscabas algo donde agarrarte y una voz que te tranquilizara. No había nadie, tan sólo un espejo en el que ni tú misma te veías reflejada. Esa no eras tú.
Dos horas con la mirada perdida en el espejo, intentando entender porqué. ¿Por qué defienden aquello que no es real? ¿Por qué hacen como si no hubiera pasado nada? ¿Por qué huir de algo inevitable? ¿Por qué no la verdad? ¿Por qué la mentira a las espaldas? ¿Por qué callar lo que es evidente? ¿Por qué no aceptan lo que cada uno es? ¿Por qué tú tienes que vivir lo que ellos no pudieron? ¿Por qué tú no puedes vivir lo que ellos no quisieron? y, sobre todo, ¿por qué no dejan que sea tu vida?
Entonces encuentras la respuesta que ya sabías, la de siempre: ninguna; y llegas a la conclusión de que simplemente duele, todo eso duele, y crees estar volviéndote loca.
Sabes que mañana seguirá todo igual, nada habrá cambiado todo este mal rato, y quizás, quién sabe, la próxima vez sea aún peor y eso es realmente lo que temes. Pero también sabes que tú no eres la que debe entender nada, tú sabes cómo ser feliz, los que deben entender que no sabes dónde estarás mañana son ellos, los mismos que te destruyen poco a poco.

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